luns, 1 de xullo de 2013

COLABORACIÓN

Hoxe traemos a este blog a unha persoa que sabe moito da historia e arte de Cambados, Sindo Mosteiro.

Sindo restaurando a imaxe da Inmaculada da Igrexa de Sta Mariña

Gumersindo Mosteiro é cambadés de nacemento. Licenciouse en Xeografía e Historia pola Universidade de Santiago de Compostela, nas especialidades de Arte Antiga e Medieval (1992) e de Museoloxía (1993). É tamén Diplomado en Conservación e Restauración de Bens Culturais na especialidade de Arqueoloxía na Escola Superior de Conservación e Restauración de Bens Culturais de Galicia (Pontevedra) no ano 1996. Ten traballado en numerosos proxectos de restauración e arqueoloxía.

E hoxe utilizamos o seu material (co seu permiso por suposto) para dar a coñecer o traballo de divulgación que está facendo en Flickr e que pode ser accesible e coñecido por todo o que se achegue. Nesa plataforma de Flickr mostra as súas fotografías, excelentes casi todas, sobre o patrimonio artístico do Salnés e ás veces tamén de bastante lonxe do Salnés. Acompaña case sempre a imaxe cun texto explicativo sobre a historia do monumento tratado, ou un documento histórico ou literario que teña relación con el. Non falta tampouco a suxerencia dunha peza musical.

Traio esta información hoxe aquí porque para min foi un descubrimento e porque sei que pode interesar a quen coma min se interesan tamén pola historia de Cambados. Para mostra un botón, deixo tres fotos e tres textos que as acompañan pero tamén o enlace para que descubrades por vós mesmos o excelente material que aquí hai. Escollín tres imaxes nocturnas.


A capela da Pastora está situada no monte de tal nome, tamén denominado Castro de Santa Mariña, adquirido polo concello de Cambados nos anos 80 do pasado século. Trátase este dun edificio pequeno como corresponde á súa calidade de ermida. A primeira noticia documental que posuímos desta construción é o testamento de Martiño Fariña O Vello, onde se di: "Por cuanto yo retejé y reparé la ermita del Buen Jesús junto a la iglesia de Santa Marina d’Ozo de Cambados, donde puse dos imágenes, la una del Buen Jesús y la otra de Nuestra Señora de las Nieves que he tomado en devoción..." É un documento datado en Cambados, de onde era escribán, no 11 de agosto de 1603. Nel tamén se alude ao momento da constución da ermida, que se remonta a unha data indeterminada do século XVI e promovida por unha tal María d'Alegría, baixo a advocación do Bon Xesús. Desde este intre comeza a aparecer nas visitas pastorais que se realizan a Cambados, coa denominación de ermida do Bon Xesús e de Nosa Señora das Neves (así as de 1652, 1662 e 1715), mentres que na de 1821 xa se aprecia un cambio de denominación, co que adopta o actual de capela da Divina Pastora ou da Pastoriza. Foi un Luaces o que deu o paso do cambio de advocación. Pouco antes preitearan polo padroado da ermida os Fariña e os Luaces, caendo en favor destes, quen máis tarde venderían a Eduardo Matos. En 1890, cando Alfredo Brañas paga as festas en agradecemento por ter superado unhas oposicións a cátedra, é dona María Alonso.
Tal e como hoxe se conserva o edificio é de plan rectangular, con ábsida tamén rectangular, precedido por un pórtico sostido por piares e cunha porta abeirada baixo un arco rebaixado e moldurado. Enriba do cumio sitúase unha pequena espadana onde pende a campá baixo unha cruz e dous pináculos de bolas. O conxunto complétase cunha casa que se acaroa á capela, un cruceiro e as ruínas da vella casa dos caseiros do chamado monte da Marquesa.
Texto: Sindo Mosteiro.




“(…) Vuelven con las historias familiares las locales, que, por unidas, mutuamente se esclarecen y acaso se completan; tantos los signos que conservan, mostrando esa relación, la villa de Cambados y el Palacio de Fefiñáns. En sus grandes salones jugué lo no decible, y tengo en el cuerpo visible señal de golpe que allí recibí; bautismo de sangre, abundantemente vertida -pero al punto y sin mala consecuencia atajada- cuando acababa de soltar los andadores. Perdónese lo pueril del recuerdo, pero también los de este género tienen su valor. Aquellos salones donde así correteaba niño, conservaban su vieja traza y decoración y semejaban guardar secretos de vida que allí se llevó.”
Juan Gil Armada (Marqués de Figueroa), Del Solar Galaico, 1917.



"Yo había decidido escribir estos artículos sobre Cambados –tres, como las tres hojas de un trébol-, querido Caamaño Bournacell, a la temblorosa y viva luz de una primavera cualquiera, o cuando, finándose el alegre tiempo del verano, comienza a envolver el mundo con su cristal de oro en el sereno otoño. Pero he venido a escribirlos en plena invernía, golpeando un duro suroeste preñado de agua el oscuro rostro de mi tierra luguesa.
Este antojo, me digo, de escribirlos hoy, con desasosegada urgencia, ¿será porque cuando yo ensueño y añoro Cambados, ensueño y añoro mayos y septiembres? Quizás sea así, quizás diciendo simplemente: Cambados, yo me evada de este hondo pozo de la fría lluvia, donde el viento vendaval muge como una vaca hacia una estancia de claridades llena, blanquirrosa como las tres sílabas de su nombre: Cambados. Cambados dividido por gala en tres como las tres partes de un concierto, de un concierto romántico e italiano, entre Vivaldi y Tosselli. Pero, ¿y los tempi? Pondríamos a Fefiñáns allegro, ma non troppo: el aire para que su vizconde don Fernando de Valladares haga, en un caballo de bonanza, bajo el fuego luterano “les flamands, gent mutine et têtue”, que dijo el señor Olivier de la Marca-, el pasaje de la Rivera Mossa: son aquellas de los Países Bajos y las kermesses heroicas, guerras melancólicas.
Pero, ¿si la imaginación nos pone a don Fernando en Italia, mi ventura, en Chieri y en Pinerola, dando vista a Turín, y viendo irse el Po, plomizo y manso, donde son las blancas torres y el ancho puente de Moncale? Entonces será de Fefiñáns el tempo vivace, vivaz como un azul de la pintura toscana, que las guerras de Italia parecen siempre abril y al alegre galopar suelen las lanzas enristrar las rosas.
¿Y Cambados? Si me dejo llevar por lo que el Dante apelaba “el dulce tremolar de la marina”, un clarísimo allegretto dará el tiempo, pero, si como fue mi vagar, las horas de la tarde se me mueren en las ruinas de Santa Mariña, entonces habré de dejar a Vivaldi y Tosselli por una antigua coral románica, como una larga y lenta brisa gregoriana: anochecía sobre un grave silencio, y la luna creciente rompía sobre los hermosísimos arcos, tal los de un puente celestial para una peregrinación de arcángeles, y bajo ellos el Camposanto como un río, el oscuro y salobre río de la tierra maternal y eterna...
¿Y San Tomé do Mar? Allá va el Umia llevando al mar la tierra del Salnés: a las páginas de don Ramón María del Valle-Inclán habrá que ir a buscar el rostro profundamente significativo de esta tierra: “El río, paternal y augusto como una divinidad antigua, se derrama en holganza, esmaltando el fondo de los prados”. Sí, al río Umia le pediremos el tempo de San Tomé do Mar, ¿o también a unas ruinas, a las de la torre de San Saturnino, quizás, que enseñó geometría a esta dulce ensenada cambadesa, como en otra punta, el pinar de Tragobe fungador, le enseña versos de Cabanillas? O quizás a ese palacio de las damas del tiempo pasado donde dicen que aquella infanta de Hungría, melancólica como el tokay y los violines, soñó amores, y doña Juana de Castro, la señora reina, vertió el cálido y amargo licor de sus lágrimas: “cuello de garza” sería, como su hermana doña Inés, que reinó después de morir, y la clara mañana de sus ojos parece que aún se mece en esos finos y húmedos azules que por veces se vierten, como un velo celeste, sobre la ría de Arousa... Sí, a ese palacio y al río, que aún ahora me parece llevar el cuerpo de Eulalia: “la luna marcaba un camino de luz sobre las aguas, y la cabellera de Eulalia, deshecha ya, apareció dos veces flotando”. (En este cuento de Valle-Inclán, Jacobo es como un Hamlet amatorio, y Eulalia una Eloísa apasionada y moribunda.)
Vamos, pues, al “concierto”. Es decir, vamos a visitar, con pausa y nostalgia, el dulce Cambados. Yo quería haber escrito estos artículos en primavera, o en los primeros días setembrinos, cuando Cambados es como una fina copa de tallado cristal que lentamente se va llenando de oro de las tardes, talmente como de un albariño fresco y acariciador"
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Álvaro Cunqueiro, Faro de Vigo, 29 de noviembre de 1952.




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